1910-2010 Hª, Arte y Tradición

          El 19 de marzo de 2010, formando parte de uno de los actos con los que esta hermandad celebró el centenario de las nuevas imágenes que actualmente procesionan. Se presentó el libro "Hermandad de nuestro señor Jesús de la Desnudez, 1910-2010 Historia, Arte y Tradición". ISBN 978-84-613-9146-2,  Deposito legal: P85 / 2010.

          Se hizo entrega a de un ejemplar a cada uno de los hermanos. Desde ese mismo momento se encuentra a la venta pudiendo adquirirse a través de la directiva de esta hermandad.

 

PROLOGO A LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DEL CENTENARIO DE LA DESNUDEZ 

Rioseco 19 de marzo de 2010 

Buenas tardes. En primer lugar  quiero agradecer a la Junta Directiva de la Desnudez el que hayan pensado en mí para prologar esta presentación.

Hermanos en la devoción a Nuestro Señor  Jesús de la Desnudez, familiares y amigos todos.  Permitidme, Artemio y Andrés, que en  este concepto os considere y que, más allá de vuestra figura institucional, entendamos vuestra presencia como  la afirmación de vuestra cercanía y aprecio.

Muchas gracias a todos por hacer con vuestra asistencia  que sea realidad este hermoso acto de afirmación y validación de nuestras esencias y creencias. Y reitero nuevamente el agradecimiento porque aquella idea que se gestó en la junta del 5 de octubre de 2008 y que el esfuerzo sosegado ha convertido en el libro que presentamos, no tendría ningún sentido si no estuvierais, hoy y aquí, para recibir el fruto de la meditación y la investigación que hemos realizado.

Los coautores necesitamos que viváis  con nosotros la desazón que provoca la idea perdida o la oración mal redactada, el desánimo ante la imposibilidad de encontrar la expresión requerida y la satisfacción que nos ha embargado cuando el sentimiento ha sido plenamente manifestado. Ninguna de estas peripecias tendrían sentido si no hubiera habido ese objetivo superior que, situado en otra dimensión, nos ha permitido proyectar nuestros anhelos y esperanzas en busca del perpetuo reencuentro con nuestra memoria, cristalizada en este libro como presente vivo y en marcha.

Sí, sin vosotros para recibirlo, no tendrían sentido los ejercicios literarios que con mayor o menor acierto hemos realizado y la aspiración de materializar este centenario en la edición de este libro no sería más que la fría constatación del paso del tiempo.

Pero para nosotros, nada más lejano que el entendimiento del tiempo como el viajero de paso que dejó su tarjeta  y  que cuando algún día la encontramos,  por azar, nos obliga a  bucear en el recuerdo para entrever sus rasgos ya perdidos en la memoria. No,  nosotros somos el tiempo que avanza ensimismado, sin discernir entre su origen y su fin, con la medida que nos otorga el recuerdo hecho presente en cada acto y, a la vez, futuro sin solución de continuidad.

Hace unos días decía un querido amigo en la presentación de un libro, éste de ciencia y conocimiento, que frente al antiguo concepto de sabiduría que basaba en la oratoria su soporte, el libro había significado la materialización del magisterio de la palabra. Refería con atinado acierto que  enseñanzas y vivencias tan fundamentales para la humanidad como son las de Pitágoras, Sócrates o Jesucristo, no habían sido transcritas hasta muchos años después de que el viento hubiera difundido y transmitido su mensaje por doquier.

En este  caso, aunque el mensaje no sea tan relevante, pero sí tan vivo y verdadero, hemos tenido la necesidad de reflexionar sobre nuestra historia y nuestra memoria, y hacer manifestación patente de nuestra vivencia en el libro que hoy presentamos.

Como ya dije en mi pregón, la  Semana Santa es un periódico y constante ejercicio de afirmación y construcción de nuestras señas de identidad. Hoy, cuando esta expresión está tan en boga, cuando el hecho diferenciador más nimio se emplea como vano pretexto para justificar cualquier pretensión, resulta que nosotros, curtidos de viento y páramo, orgullosos de nuestro esplendoroso pasado, ya habíamos encontrado el medio de perpetuarlas. El tesón que tuvieron nuestros hermanos para dar forma a la piedad y devoción que latía en su corazón, nos ha permitido que su fruto, nuestro paso, se haya incardinado  plenamente en el devenir de las procesiones y al cabo de estos años, podemos manifestar con honda satisfacción que su intuición hizo que su presente fuera  nuestro futuro y que hoy, al manifestarlo, volvamos a poner un nuevo hito en el camino que vamos trazando, año tras año, acto tras acto.

Por todo ello, hoy es un día de especial alegría para nosotros porque hace cien años cuando el nuevo paso salió de la iglesia de Santa Cruz, nuestros hermanos estaban anticipándose a su tiempo y, sin saberlo,  hicieron  cierta la aseveración que, muchos años después, haría  nuestro querido paisano el Cardenal Fray Carlos Amigo: “Una tradición si no está llena de vida es arqueología”.  Y qué mayor vida que un nacimiento.

Hoy es especial, porque  con la profundidad que nos da el recuerdo encadenado, podemos ver de nuevo a aquellos hermanos que fueron nuestro referente y que al cerrar su ciclo vital dejaron paso a nuestros actuales mayores hermanos: Eloísa, Segundo, Marciano, Ramón, Antonio y José Antonio, a los que mañana rendiremos homenaje. Os deseo una larga vida en la memoria de los más jóvenes y que seáis para ellos lo que mis mayores son para mí: la eterna cadena que enlaza el recuerdo y lo trae nítido al presente.

Decía el maestro Delibes que la cultura rural había desaparecido el día en que llegó la televisión, porque con ella desapareció la figura del abuelo que contaba historias. Dios me libre de enmendarle la plana, pero aquí, en Rioseco, cuando llega Semana Santa todos nos  volvemos un algo cuenta cuentos y, si en lo rural entendemos esta tradición nuestra, afortunadamente no faltan las voces que embelesen a los niños con las historias de siempre. Don Miguel, como Vd. decía, para una historia hace falta un paisaje,  una pasión y un personaje. Ahí estamos: Rioseco, la Semana Santa y la hermandad. Si persiguiendo la patirroja por las trochas del cielo se encarama a un  teso y nos divisa, así lo comprobará. Hágala suya para que puedan disfrutarla nuestros hermanos que allí están acompañándole.

Este año en el que celebramos nuestro centenario, a su vez estrenamos  la nueva  condición de Fiesta de Interés Turístico Internacional, afortunada coincidencia que nos une más, si cabe, al conjunto de todas las hermandades. Soy consciente de que algunas voces se han preguntado cómo es posible que desde nuestra pequeñez hayamos alcanzado tan alta distinción. A éstas les recordaría  lo que  Miguel Torga tan bien expresa: “lo universal es lo local sin paredes”. Cuando hay un pueblo sintiendo al unísono, las paredes desparecen, las puertas se abren, las calles se ensanchan y el alma común que nos mueve, se expande y llena  de emoción al visitante.

He tenido la suerte de vivir más de cien años cuando leía nuestras actas para preparar mi capítulo. He tenido la suerte de rodearme de nuestros hermanos,  hombres cabales y austeros que me han hecho entender  que  al llegar  Semana Santa se hace más intenso y presente el acervo de los que nos precedieron y al que un día nos integraremos. He tenido la suerte de subir a este estrado y proclamarlo para todos vosotros.

Hermanos y Hermanas de La Desnudez, cuando revivimos algo tan extraordinario como la construcción de nuestro paso, a pesar de que no podamos conocer con precisión las circunstancias que la rodearon, las dificultades que se vencieron o el impulso íntimo que los alentó, sí sabemos que  nuestros mayores, hombres de áspero secano, con manos expertas en riendas y manceras, parcos en palabras  y largos en hechos, nos dejaron su fe y su creencia transmutadas en  madera y cuando su peso se posa en  nuestro hombro, es su mano la que se apoya y nos dice: adelante hermano,  continua el camino que empezamos.

 Muchas gracias

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